Todo este tema del virus parecía algo tan lejano que yo personalmente, pensaba que todo lo que se veía en China y en algunos países de Europa nunca llegaría a afectarnos en Latinoamérica. Hace más de 4 semanas, Colombia tuvo el primer caso de COVID – 19. Y a medida que los casos empezaban a aparecer, el gobierno dispuso medidas para evitar la propagación del virus. Una de las primeras medidas fue la prohibición de reuniones de más de 500 personas en un evento público. En mi interior di gracias a Dios ya que Alumbra, la iglesia donde soy pastor, no alcanzaba ese número. Por lo que ese domingo nos reunimos toda la iglesia como de costumbre. A los pocos días el gobierno prohibió cualquier clase de reunión de cualquier número de personas. Al día de hoy, casi un mes después, aún no hemos podido reunirnos nuevamente, ni siquiera visitarnos entre familias ya que el gobierno decreto asilamiento social obligatorio.
Ante esta situación, junto al liderazgo de la iglesia, empezamos a buscar formas de pastorear de una manera en la que nunca antes en la historia de la iglesia habíamos tenido que hacerlo, “Pastorear a distancia”, por lo que comenzamos a generar momentos especiales por todas las redes sociales para poder mantener el contacto con todos los miembros de la iglesia. Empezamos a suplir las necesidades de todo aquel miembro y asistente que nos manifestara cualquiera necesidad básica a través de mercados de amor. Reuniones por zoom, llamadas por teléfono, mensajes por WhatsApp, la continuidad de los devocionales diarios que desde hacía 2 años enviábamos cada mañana, mensajes para niños y más espacios de edificación, todo esto con el deseo de pastorear correctamente en medio de estas circunstancias difíciles y nunca antes vividas. Con el pasar de las semanas me empecé a dar cuenta que me levantaba cada día a las 5:30 de la mañana a generar contenido con el temor de que las personas no estuvieran recibiendo el suficiente alimento espiritual para sobrevivir estos días aislados. Mis días comenzaban temprano y terminaban a altas horas de la noche en esta labor. Los días pasaban y siempre surgía una necesidad nueva, personas a la cual llamar, líderes a los cuales designar alguna función, alguien a quien atender, reuniones virtuales que generar, contenidos que crear.
En una de las mesas redondas por Zoom de Acts 29, donde nos reunimos varios pastores de toda Latinoamérica, Francisco nos expuso que el tema de la próxima reunión sería, ¿Qué ídolos de tu corazón han sido revelados en esta cuarentena?
Dios de inmediato empezó a mostrarme que todo lo que para mí estaba correcto, para Él no lo estaba. Realmente estaba intentando controlar con la excusa de pastorear correctamente. Déjame explicarte a lo que me refiero con esta frase, me refiero al control de que las cosas en la vida de esas personas que pastoreaba “estuvieran en orden y en crecimiento espiritual continuo”. Supervisaba cada mercado para que tuviera cada cosa que creía las personas podían necesitar, cada llamada que los lideres debían hacer la sentía de vida o de muerte, pensaba que cada acción social sería determinante en sus vidas, trataba de generar contenido pensando que sin ellos las personas morirían en su relación con Dios, haciendo reflexiones en pos de extender el evangelio en estos momentos de dificultad, pero El buen Ídolo de mi corazón salía a relucir. ¿De verdad es bueno? Paul Tripp dice que “el instinto natural del ser humano es vivir para sí mismo y su propio placer, ajeno a la presencia de Dios – dice, que el robo de la adoración es el problema de los seres humanos caídos”. Por desgracia, todos somos culpables de ese crimen. Debido a que somos adoradores por naturaleza, siempre estamos: (1) dando culto adecuado a Dios, o (2) sirviendo a otra cosa, o (3) adorándonos a nosotros mismos, exigiendo ser el centro de nuestro propio universo. Después de entender todo lo que Dios me estaba mostrando, el Espíritu Santo me llevo a la verdad de que en cierta manera estaba desplazando al Señor de la obra. Que estaba desplazando al Señor que edifica Su casa, (“Si el Señor no construye la casa, el trabajo de los constructores es una pérdida de tiempo. Si el Señor no protege la ciudad, protegerla con guardias no sirve para nada. – Salmo 127:1). Buscaba controlar la obra de Dios en la vida de las personas con la intención de pastorear correctamente. Es una continua batalla entre la independencia de mi corazón y la dependencia a la obra de la Cruz en mi vida y en la vida de los demás.
El control es el fruto de la adoración a nosotros mismos, queriendo ser el centro de atención y más aún, robándonos la adoración y la Gloria que solo Él Señor todo poderoso es digno de recibir. Él es el Señor que edifica nuestras iglesias y tenemos que descansar en la obra redentora y soberana del Espíritu Santo sobre cada vida humana. Es necesario que entendamos que Cristo es el Señor de cada iglesia, y que, si algo llegase a pasar y nosotros los pastores no podríamos comunicarnos por un tiempo con el resto de la iglesia, El Señor, nuestro Padre Bueno, El pastor de pastores, pastoreará a cada una de Sus ovejas, las hará descansar en verdes pastos, las conducirá a aguas de reposo, renovará las fuerzas del débil, las guiará por sendas correctas por amor a Su precioso Nombre. Y aunque pasen por valles de sombra o de muerte, ellas no temerán, porque Su vara y Su cayado las alientan y las confortan. El Buen Pastor ungirá sus cabezas con aceite, y hará que sus copas se desborden de bendiciones. Entendí que nunca podré pastorear a la grey de Dios como Él sabe hacerlo.
En conclusión, entendí que el balance es este: descansar en la obra del Espíritu Santo en la vida de cada una de las personas de la iglesia, confiando que es Él quien comenzó la buena obra en sus vidas y quien la culminará, y viéndome como un simple instrumento necesitado de la gracia de Dios, llamado por Dios a pastorear en una forma sana a las personas que Dios en Su soberanía decidió establecer en Iglesia Alumbra. “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente…” (1 Pedro 5:2)
Espero que llegue el día donde pueda volver a ver a mis hermanos, fortalecidos en su fe no por mí, sino por la obra de Cristo. Pudiendo entender que solo soy un instrumento en las manos del Redentor.
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