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Defendiendo la dignidad de la soltería en la Iglesia

Sobre el Autor: Matt Hodges (MA, Dallas Theological Seminary) y su esposa, Kayla, ayudaron a plantar la iglesia Bridge Point Community en Cypress, Texas. Es el autor del libro A Living Hope: Examining History’s Most Important Event and What It Means for the World. Puedes seguirlo en Twitter.

Recientemente prediqué un sermón sobre la soltería y me sorprendieron los comentarios que recibí. Diferentes hermanas y hermanos solteros me dijeron que era la primera vez que escuchaban hablar de la soltería desde el púlpito, al menos de una manera que no les daba instrucciones acerca de cómo salir con alguien o cómo encontrar a su cónyuge. Una hermana dijo que era la primera vez que sentía que su presencia no solo era bienvenida en una iglesia, sino que también era deseada.

Mi corazón se entristeció un poco al escuchar esto. Y me hizo darme cuenta de cuánto desearía haber predicado, y haber integrado en nuestra filosofía ministerial, la dignidad de la soltería desde los primeros días de nuestra fundación de iglesias.

El don de la soltería nos recuerda que Jesús es suficiente, y nada más puede satisfacernos verdaderamente.

Con demasiada frecuencia en la cultura de la iglesia, tendemos a idolatrar el matrimonio y a minimizar la soltería. Pero aquellos que disfrutan y ejercen la mayordomía del don de la soltería, nos recuerdan que Jesús es suficiente y que nada más puede satisfacernos verdaderamente. Necesitamos este recordatorio.

Plantadores de iglesias, aquí hay tres convicciones con respecto a la soltería que debemos enseñar e implementar en nuestras iglesias:

La soltería es un don

Los cristianos a veces hablan de la soltería como un don, pero no siempre de la forma en que el apóstol Pablo pretendía. Él defiende la soltería como un don en el mismo sentido que el matrimonio es un don: “Pero cada uno tiene su don específico de Dios, unos de una clase y otros de otra” (1 Corintios 7:7). Los dos tipos de dones a los que se refiere son el matrimonio y la soltería.

El don de la soltería nos recuerda que Jesús es suficiente, y nada más puede satisfacernos verdaderamente.

El don de la soltería no es un don espiritual ni una habilidad única para soportar el peso de la vida de soltero. Es una bendición dada por Dios para su gloria y el gozo de aquel a quien se le ha dado. ¿Que la soltería conlleva desafíos únicos? Por supuesto, al igual que el matrimonio.

Si aún implícitamente tratamos a las hermanas y hermanos solteros como si estuvieran llamados a una tarea insoportable, le robamos a la soltería la dignidad que Pablo explícitamente le otorga. Después de todo, dada la opción, Pablo dice que preferiría que la iglesia de Corinto tuviera más personas solteras (1 Corintios 7:7-8, 26-31). Como el matrimonio, la soltería es un regalo que se les da a los creyentes para glorificar a Dios y edificar a otros.

El matrimonio no es un pre requisito para la participación

Defender la dignidad de la soltería significa más que simplemente enseñarla desde el púlpito. También significa estructurar nuestros ministerios para que el matrimonio no se convierta inadvertidamente en un pre requisito para la participación. Es bueno enseñar que la soltería es un don divino, pero debemos tener cuidado de no traicionar esa convicción al exigir sutilmente a las personas que marquen la casilla de “casados” antes de poder servir y liderar en la iglesia de forma significativa.

Cuando hacemos esto, comunicamos que casarse es “graduarse” de la soltería y, por lo tanto, estar mejor preparados para contribuir a la obra de la iglesia de Cristo. Por supuesto, algunas de las mayores contribuciones jamás hechas a la iglesia vinieron de parte de personas solteras. Esto no es sorprendente, ya que Pablo es sincero al recordarnos que los solteros tienen un mayor margen de tiempo para dedicarse a la obra del Señor (1 Corintios 7:32-34).

Tanto desde un punto de vista filosófico como pragmático, incluso considerar implícitamente el matrimonio como un requisito previo para el servicio en la iglesia no encaja con el texto. Si Jesús y Pablo se sintieran fuera de lugar en nuestras iglesias, como si estuvieran afuera mirando hacia adentro, probablemente es hora de repensar algunas cosas.

Los casados y los solteros pertenecen juntos

A medida que la iglesia local trae el reino futuro de Dios al presente, nos brinda tanto a nosotros como al mundo que nos observa, un anticipo de lo que está por venir. Y la iglesia es más hermosa cuando abraza la miríada de dones que Dios nos da.

Una diversidad saludable de miembros de la iglesia, casados y solteros, que sirven juntos, crea un crecimiento y una edificación mutua. Como observa Sam Allberry, “Si el matrimonio nos muestra la forma del Evangelio, la soltería nos muestra su suficiencia”. Las personas solteras necesitan personas casadas para mostrar el tipo de amor que ofrece Jesús. Las personas casadas necesitan personas solteras para demostrar que su amor es más que suficiente para vivir en una alegría verdadera y duradera.

Sin la participación significativa de hermanas y hermanos solteros, nuestras iglesias sufrirán.

Cuando segmentamos a las personas solteras y casadas en silos, entornos comunitarios y de aprendizaje con solo aquellos que comparten el mismo estado civil, atrofiamos la capacidad de nuestra iglesia para mostrar la profundidad y la dinámica del evangelio. Las hermanas y hermanos solteros pueden demostrar la suficiencia del evangelio y el llamado al discipulado con sus vidas, de una manera que pocos sermones pueden hacerlo.

La Escritura deja en claro abundante y repetidamente que la soltería nunca debe obstaculizar la participación creciente y fructífera. De hecho, sin la participación significativa de hermanas y hermanos solteros, nuestras iglesias sufrirán. Así que al plantar y pastorear, haríamos bien en enseñar la dignidad de la soltería y sus bendiciones únicas, y luego estructurar nuestros ministerios y liderazgo de una manera que demuestre que creemos en nuestras palabras.

Publicado por primera vez en el blog de Acts 29 en The Gospel Coalition

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